En varias ocasiones en ALT1040 os hemos hablado de la complejidad del cáncer. Enfrentarse a esta enfermedad es uno de los retos más duros que sufre cualquier paciente, y sin duda, un desafío también importante para sus familiares y amigos. Por ello desde hace muchos años la medicina busca contar con estrategias para frenar el cáncer, bien a través de nuevos tratamientos, bien entendiendo los mecanismos moleculares por los cuales tiene lugar.
Como explicamos en este post, nuestro organismo funciona como un automóvil. En nuestras células existen genes que funcionan como 'aceleradores' en la división celular y otros que trabajan como verdaderos 'frenos'. Ambos necesitan llevar a cabo su tarea en equilibrio, para que las células que forman parte de nuestro cuerpo deban dividirse cuando tengan que hacerlo, y morirse cuando ya no sean necesarias.
Si en algún momento este equilibrio se ve alterado, debido a que exista algún tipo de problema o mutación en genes de este tipo, podemos desarrollar un tumor maligno. Por este motivo, conocer cuáles son los genes clave en la aparición de un cáncer resulta fundamental para diagnosticar de manera precoz y tratar de forma más eficiente esta enfermedad.
Este es el objetivo por el que muchos investigadores trabajan a diario en su laboratorio: desvelar las rutas bioquímicas, los genes y las proteínas necesarias y existentes en cada tumor. La complejidad es enorme. Cada tipo de cáncer es diferente, y las mutaciones que presenta cada persona no tienen por qué ser iguales a las de otro individuo. Se trata, en cierta manera, de encontrar una aguja en un gran pajar.
Ahora investigadores del Scripps Research Institute de California han dado un paso importante en el descubrimiento de mecanismos naturales para frenar el cáncer. En particular, en su trabajo publicado en la revista Molecular Cell, los científicos describieron una ruta molecular natural que induce la senescencia. Este proceso es de vital importancia, ya que puede servir para suprimir la formación de células tumorales; en otras palabras, frenar el cáncer.
Desde hace tiempo se conoce el papel de la proteína p38 en la respuesta celular a procesos como el estrés y la inflamación, pero como explicaban en esta tesis también se la ha relacionado con la senescencia en diversos tipos celulares. En las células es la encargada de realizar una determinada modificación química (fosforilar) a otra proteína importante, conocida como PRAK.
Sin embargo, la activación de PRAK mediante este mecanismo no es completa. Los investigadores de California han visto que de manera natural existe otra proteína relacionada, llamada Tip60. Esta acetila (de nuevo, otro tipo de modificación química) a PRAK, para que se active la ruta de la senescencia, y de esta manera promover rutas bloqueantes de las propias células tumorales.
De esta forma, PRAK, que juega un papel clave en la senescencia y el desarrollo del cáncer, ha de ser activada por dos proteínas, p38 y Tip60. De conseguirlo, se activa una cascada bioquímica completamente natural, por la que se podría frenar el cáncer. Pero el puzzle se complica aún más, porque Tip60 solo se activa si previamente p38 la ha fosforilado. Y a su vez, PRAK, una vez activa, regula en parte p53, también conocido como el guardián del genoma, cuyo trabajo consiste en suprimir tumores.
Como vemos, el cáncer no es una enfermedad sencilla. Si lo comparamos con una gran ciudad, podríamos pensar que las rutas moleculares que se dan en nuestras células son las mismas que las carreteras que circunvalan las capitales, pero en esta complicada red vial también se ven caminos y calles dentro de las ciudades. La complicada red de tráfico que existe de genes y proteínas es similar a la que existe en la vida real: miles de señales y semáforos que regulan nuestras células a cada minuto.
Gracias a este trabajo de los científicos de California, estamos un poquito más cerca de descubrir una nueva carretera celular, con sus diferentes formas de señalización. Entender qué tráfico circula por cada vía, saber cuáles son los semáforos y por qué algunas carreteras están más congestionadas que otras a nivel celular, servirá para que en el futuro puedan desarrollarse nuevos tratamientos terapéuticos contra el cáncer.
Los aficionados a los videojuegos ven el mundo de manera diferente
Desde hace tiempo los resultados de diversas investigaciones están apoyando el uso de los videojuegos, dadas las significativas mejoras en las capacidades cognitivas de los aficionados. Hace unos meses conocíamos cómo los videojuegos de simulación provocaban un incremento de la atención selectiva y del rendimiento del procesamiento periférico.
Y es que la vieja idea de que los videojuegos son malos ha quedado totalmente descartada por la ciencia. La mejora de las capacidades cognitivas es evidente. En estos días que asistimos a nuevas presentaciones de la feria E3 de Los Ángeles, una nueva investigación vuelve a apoyar los efectos beneficios de los videojuegos sobre los aficionados que los usan de manera habitual.
Un estudio realizado en el Stephen Mitroff's Visual Cognition Lab, del Área de Psiquiatría de la Universidad de Duke, confirma que los usuarios de videojuegos perciben la realidad de manera diferente. En su trabajo, publicado en la revista Attention, Perception and Psychophysics, los participantes que estaban acostumbrados a usar videojuegos de manera habitual veían de manera más inmediata la realidad, y eran capaces de tomar decisiones de forma más rápida que los que no jugaban.
En otras palabras, los aficionados a los videojuegos podían extraer más información de una misma escena visual. Para confirmar su hipótesis, el equipo dirigido por Greg Appelbaum reclutó a 125 participantes, entre los que se encontraban usuarios que jugaban de manera muy intensa a la consola, y aquellos que no practicaban este tipo de entretenimiento.
El estudio consistió en realizar un pequeño juego visual, en el que los participantes veían durante solo una décima de segundo un círculo formado por ocho letras. A continuación, la imagen desaparecía, y aparecía una flecha señalando un punto donde antes habría estado una letra, con una demora que variaba entre los 13 milisegundos y los 2,5 segundos. Los participantes debían responder después qué letra correspondía a la flecha que aparecía después.
Los resultados del análisis demostraron que los aficionados a los videojuegos respondían más rápido a los estímulos visuales. No solo es que fueran más ágiles, sino que también se observó que necesitaban menos información para llegar a las mismas conclusiones. En otras palabras, eran capaces de realizar mejor lo que se conoce como inferencia probabilística, necesaria para tomar una decisión.
Los investigadores norteamericanos plantearon tres posibles explicaciones a sus resultados: que los gamers vieran mejor, que tuvieran una mayor memoria visual o que su capacidad de decisión fuera más ágil. Descartada la segunda opción, los científicos creen que se debería profundizar en este estudio analizando las ondas cerebrales y las imágenes por resonancia magnética de los participantes, para así entender por qué presentan ventajas competitivas en estos entrenamientos visuales.
Un estudio, como conclusión, que vuelve a demostrar los efectos beneficiosos de los videojuegos sobre los usuarios. Los aficionados ven el mundo desde otra perspectiva, mucho más rápida, lo que redunda en una evidente mejora en cuanto a su capacidad de decisión y su agilidad mental.
Hongos alucinógenos para tratar la ansiedad y la depresión
¿Podrían servir los hongos alucinógenos, especialmente aquellos pertenecientes al género Psilocybe, en medicina? ¿Deberíamos reconsiderar las primeras ideas de Timothy Leary, el famoso autor del turn on, tune in, drop out, en la actualidad? Hoy os contamos si es posible utilizar los hongos alucinógenos para tratar alguna enfermedad.
Hace algo más de un mes os hablamos en esta entrada sobre las posibilidades de utilizar la marihuana con fines terapéuticos, en particular, usar uno de sus compuestos activos (THC) en el tratamiento del cáncer.
Y es que los productos naturales ofrecen compuestos químicos interesantes desde un punto de vista farmacológico, algo que se conoce históricamente. Por ejemplo, el precursor del ácido acetilsalicílico (comúnmente conocido como aspirina), procede de la corteza del sauce blanco, un árbol que puede encontrarse en el centro y el sur de Europa.
Los hongos no son una excepción en esta lista de organismos vivos a partir de los cuales podemos producir compuestos de interés. Uno de los antibióticos más conocidos, la penicilina, es producida por un hongo, y fue descubierta accidentalmente por Alexander Fleming, como os contamos en este post.
Ahora la pregunta es: ¿podemos extraer algún compuesto de interés de los hongos alucinógenos? Y en caso afirmativo, ¿con qué objetivo? Como nos contaban en el blog de Surprising Science, hace unos días se publicó un estudio por el que se demostraba que la administración de psilocibina en ratones reducía la sensación de miedo en estos animales.
Este descubrimiento, publicado en la revista Experimental Brain Research, es muy interesante, ya que podría utilizarse para tratar en el futuro a pacientes con estrés post-traumático. La psilocibina es un alcaloide que se une a receptores relacionados con las conocidas como neuronas piramidales, involucradas en la percepción del dolor y la ansiedad.
El efecto de este compuesto para reducir la ansiedad ya se comprobó en un estudio científico de 2011, cuando se demostró su eficacia en pacientes con cáncer, tras un período de tratamiento de entre 1 y 3 meses.
En cuanto al uso de la psilocibina para tratar la depresión, hace solo unos meses conocíamos los problemas que estaban teniendo investigadores del Imperial College de Londres para realizar el primer gran estudio clínico sobre la eficacia de esta droga. Debido a que el uso de hongos alucinógenos está prohibido, resulta también complejo analizar e investigar su potencial uso en farmacología.
Los estudios previos apuntaban a que este compuesto apagaba una parte del cerebro implicada de manera muy activa en personas con depresión, y conocida como corteza cingulada. Aunque el ensayo solo se había realizado en voluntarios sanos, lo cierto es que los médicos confiaban en que este compuesto activo originario de los hongos alucinógenos pudiera emplearse como tratamiento alternativo en pacientes donde hubieran fallado otras terapias.
Quizás en el futuro podamos explorar con mayor profundidad el uso de este tipo de sustancias en medicina, en particular en el tratamiento de enfermedades complicadas, como la depresión o la ansiedad. La neurobiología y la farmacología han de caminar todavía un largo recorrido para demostrar su eficacia, pero al menos los primeros resultados e investigaciones parecen prometedores.
Fuente alt1040.com
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