Ganador de varios premios prestigiosos, entre ellos el Templeton Prize por los ensayos en los que conecta asuntos tan dispares como ciencia y religión, Davies ha centrado su actividad divulgadora en la Astrobiología, la vibrante especialidad científica que investiga las posibilidades de que exista vida en el Universo. Ahora, el físico británico es miembro de un curioso panel científico, llamado The Post-Detection-Task Group (PDTG, siglas en inglés), que sería el encargado de manejar todo el revuelo científico y mediático en el caso de que se detectase la primera señal de inteligencia alienígena con un radiotelescopio. El PDTG es algo así como un comité de emergencia en la sombra dispuesto a dar un paso al frente ante lo que sería una noticia periodística con mayúsculas. Davies acaba de publicar un nuevo libro sobre este tema, The Eerie Silence (El Silencio Espeluznante, que saldrá dentro de unos meses en el mercado español) con motivo del 50 aniversario del proyecto SETI de búsqueda de vida inteligente extraterrestre. Pero además, este investigador británico nos ofrece un buen termómetro acerca del estado de la divulgación de la ciencia, de la que MUY INTERESANTE es el máximo exponente en nuestro país.
Muy Interesante: ¿Cuál es la sensibilidad de público actual hacia la ciencia?
Paul Davies: Ha cambiado bastante en los últimos quince años, pero el interés es aún muy desigual. Algunos temas, como la cosmología, los alienígenas, o la medicina siguen atrayendo al publico que está bien informado, pero hay otras zonas de la ciencia en las que la gente se pierde.
Hace poco leí un artículo del biólogo Robert Winston en el periódico The Times, en el que dice que la ignorancia del público no es aceptable. Hay decisiones muy importantes que hay que tomar sobre asuntos como las células madre, la energía nuclear o el cambio climático. Y, para ello, resulta esencial estar bien informado. Las cosas no han mejorado mucho en lo que se refiere a la educación en ciencia básica.
M. I.: Habla de la importancia de abordar el debate del cambio climático, un tema del que los divulgadores no se preocupaban mucho hace sólo 20 años.
Paul Davies:Pero es lo que domina ahora los debates científicos, aunque contiene un revoltijo caótico de asuntos. Si hablamos de agujeros negros o de dinosaurios, uno puede ser bastante preciso sobre lo que sabemos y lo que no. Sin embargo, el cambio climático se ha politizado, y no es sorprendente comprobar que la gente está confusa. Para los científicos dedicados a comunicar sus hallazgos al público, la controversia acerca del cambio climático supone un paso atrás. Se ha presentado a los investigadores como gente conspiradora. Y resulta bastante triste.
M. I.: ¿Cree que los medios están dedicando más espacio a la ciencia? Me refiero también a si el interés mostrado por los productores de televisión ha cambiado o no.
Paul Davies: Los productores no se muestran más reacios que antes, pero una de las cosas más deprimentes que he encontrado es que tienden a concentrarse sólo en unos pocos temas, su visión siempre es estrecha. En los últimos tres años he participado en programas sobre el tiempo y los viajes temporales, y siempre hacen lo mismo. Este año el tema estrella es los alienígenas, lo que es bueno para mi libro. He participado en tres o cuatro documentales sobre el SETI. Está bien, pero es un poco deprimente que siempre estén detrás de los mismos temas.
Además, en Estados Unidos se cierne una amenaza sobre los escritores científicos. Participé en la concesión de los galardones a los periodistas científicos de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. De los diez galardonados, siete perdieron luego su empleo. Los periodistas científicos son ahora una especie casi en vías de extinción, sobre todo en los Estados Unidos. Creo que es parte del problema que acucia a la prensa escrita en general. Periódicos que eran muy grandes tienen ahora dificultades, como The New York Times, The Boston Globe, y aquí en Londres, el diario The Times. Por otra parte, y dicho esto, estoy de vuelta en Londres porque en Birmingham tiene lugar un festival científico que está financiado por The Times. Todavía se pone dinero en temas como este y es una buena noticia.
M. I.: MUY INTERESANTE es la revista decana de la divulgación científica en España. Usted ha publicado artículos en estas páginas, y a pesar de la crisis actual, continúa siendo la favorita de los lectores españoles. Parece que a pesar de todos los problemas hay un público ávido de ciencia. ¿Qué opina de este caso español?
Paul Davies: Creo que es una muy buena noticia. Hay un caso similar en Australia, con una revista que se llama Cosmos. Conozco al editor. Aunque tiene una circulación pequeña, su demanda es muy estable. [Se calcula que la edición en internet y la impresa de Cosmos acumulan una audiencia de 400.000 personas, se editan seis números al año y la publicación ha recibido muchos galardones]. En el caso de New Scientist, hace un par de años que celebraron su cincuenta aniversario y lo están haciendo bien. El problema son los medios generalistas y el espacio que dedican a la ciencia.
M. I.: Hablemos ahora de su libro, The Eerie Silence, sobra la búsqueda de señales extraterrestres y el proyecto SETI. Es un tema del que ya ha escrito antes. ¿Por qué un nuevo libro?
Paul Davies:Bien, es el 50 aniversario del SETI. El proyecto Ozma fue puesto en marcha por Frank Drake en abril de 1960. Era una buena oportunidad para volver al tema, ofreciendo algunas ideas de cómo podemos mejorar la búsqueda de vida extraterrestre. Ahora estoy más involucrado, soy miembro del PDGT, y una de mis atribuciones es pensar qué ocurrirá si encontramos una señal de inteligencia extraterrestre. No es como el libro anterior, que recogía muchas de las conferencias que di sobre el tema en Italia a principios de los años noventa.
M. I.: Usted también trabaja en el campo de la astrobiología. Y parece que ahora trabaja más gente en este campo buscando vida microbiana en otros planetas que en los inicios del SETI. ¿Cree que los científicos de este último se han visto desplazados?
Paul Davies:Es curioso, porque el primer trabajo sobre astrobiología resultó ser la búsqueda de vida inteligente. Pero ahora los astrobiólogos están interesados en buscar microbios en Marte, planetas extrasolares o moléculas orgánicas en el espacio. Sin embargo, creo que hay un lugar común para ambos.
M. I.: ¿Cuál es ese lugar común?
Paul Davies:La vida inteligente requiere, desde luego, de una forma de vida previa. No sabemos cuál es la posibilidad de que la vida aparezca en un planeta como la Tierra. Podemos suponer que hay miles de millones de planetas como el nuestro en la galaxia. Es algo que se acepta, hay un montón de lugares donde la vida podría ocurrir. Pero no tenemos ni idea sobre cuál es la probabilidad de que surja en esos mundos. No tenemos aún una buena teoría sobre el origen de la vida, ni sabemos nada acerca de sus mecanismos.
Así que sólo podemos especular sobre cuáles son las probabilidades de que suceda.
Y podemos realizar el siguiente experimento. Si asumimos que es cierto que la vida puede surgir en estos planetas (algo de lo que no tenemos pruebas), entonces quizá pudo empezar varias veces en la Tierra. Podríamos examinar nuestro planeta para ver si encontramos más de una forma de vida. Es decir, es posible que en el reino microbiano haya descendientes de un segundo génesis, de una rama separada de la vida. En cierto sentido, serían como organismos alienígenas, es decir, no necesariamente procedentes del espacio pero sí completamente independientes de la vida que ahora conocemos.
Un pequeño descanso para recordar ahora la famosa ecuación de Frank Drake para calcular el número de civilizaciones inteligentes en nuestra galaxia. La ecuación es N= R* x fp x Ne x Fl x Fi x Fc x L. N es el número de inteligencias extraterrestres, y el resto de los términos son probabilidades o fracciones. R* es el número de estrellas formadas en la Vía Láctea, Fp es la fracción de estrellas con planetas a su alrededor, Ne el número de planetas que potencialmente pueden albergar vida, Fl el número de planetas en los que la vida ya ha surgido, Fi el número de civilizaciones que ha alcanzado inteligencia, Fc es el número de civilizaciones capaces de construir una tecnología con posibilidad de transmitir mensajes, y L finalmente es el espacio de tiempo de existencia de la propia civilización inteligente. La humanidad concebida como tal tendría, por ejemplo, una antigüedad de 90.000 años (la edad del Homo sapiens más antiguo).
M. I.: Habla de dos génesis independientes en un planeta como la Tierra. ¿Qué implicaciones tendría para el SETI que algo así hubiera sucedido?
Paul Davies: Si tomas la ecuación de Drake, el Fl, la fracción de planetas en los que la vida ha ocurrido, se refiere a un número completamente incierto. Si descubrimos que la vida ha empezado dos veces en la Tierra, entonces esa fracción se aproximaría bastante a 1, lo que significaría un fuerte impulso para el proyecto SETI. La vida podría ser entonces algo muy común en el Universo. Aunque la inteligencia por sí sola no sería algo muy ordinario. Sin embargo, si la vida en la Tierra resultara ser un acontecimiento anómalo, sería muy poco probable que hubiera otro tipo de vida inteligente en el espacio. Para que el proyecto SETI siga adelante, tenemos que investigar esta posibilidad.
M. I.: Es decir, averiguar si la vida podría haber surgido en la Tierra de forma independiente, quizá en dos, tres o hasta cuatro ocasiones, lo que afectaría dramáticamente a ese término de la ecuación. ¿Cómo podría haber sucedido?
Paul Davies: Lo que tengo en mente se remonta a hace 4.000 millones de años, en los comienzos. Durante el bombardeo temprano que sufrió la Tierra por parte de grandes asteroides probablemente se esterilizó la superficie del planeta. Pero al mismo tiempo, ese bombardeo podría haber eyectado una gran cantidad de material alrededor del Sol, arrancado del propio planeta después del impacto. Parte de este material podría haber retornado de nuevo a la Tierra para colisionar otra vez con ella. Es decir, cualquier tipo de vida que pudiera haberse formado antes de los impactos podría sobrevivir en estos materiales situados en una órbita alrededor del Sol. Una vez normalizadas las condiciones de la Tierra, abriendo el camino de nuevo a la vida, sería factible que el regreso del material en órbita diese lugar a una nueva forma de vida en nuestro planeta. El mismo mecanismo que produjo un organismo por primera vez originaría más con el paso del tiempo. Esto pudo haber ocurrido hace mucho tiempo, cuando las condiciones eran favorables para que surgiera la vida. Esas mismas condiciones pudieron repetirse una y otra vez, produciendo a su vez muchos génesis. Así que es posible que los descendientes de aquellos acontecimientos de génesis pudieran haber sobrevivido hasta nuestros días.
M. I.:Aún así, incluso si la vida hubiera surgido varias veces en la Tierra y en otros planetas, tiene que reconocer que la aparición de la inteligencia es algo realmente muy extraño. Hablamos de vida inteligente, no de microbios. Hay un enorme repecho entre ambos.
Paul Davies: De acuerdo. Pero el salto más grande es el que se da desde la materia inanimada a la vida. Es decir, dar el brinco desde una mezcla de sustancias químicas hasta una bacteria es algo que resulta mucho más grande que lo que separa a esa bacteria de un ser humano. Al menos comprendemos los mecanismos que hay entre una bacteria y una persona, se trata de la evolución darwiniana. Sabemos cómo funciona el proceso. Por lo tanto, tenemos al menos una idea de cómo pudo suceder. Pero en el caso del salto de la materia a la vida, no tenemos ni idea de cuáles fueron los mecanismos. El primer paso es el más importante. Y la mayoría de los científicos admiten que estamos ante un punto ciego.
M. I.: Usted pertenece a este grupo especial de expertos que se encargaría de manejar la información si se confirmase la autenticidad de una señal proveniente de una inteligencia extraterrestre. ¿Se imagina cómo serían las primeras 24 horas?
Paul Davies: Hay que hacer aquí una distinción. Si hablamos de capturar una señal como la que se muestra en la novela y la película Contact, de Carl Sagan, es decir, un mensaje transmitido por los extraterrestres a la Tierra de forma deliberada, sería un suceso bastante poco probable o creíble, precisamente por la diferencia de tiempo. Esa civilización podría estar a miles de años luz de nosotros. Hace tanto tiempo nosotros no teníamos ningún radiotelescopio, por lo que no tendría sentido que nos enviasen mensajes sin tener la certeza de que tenemos medios para detectarlos. No parece es creíble imaginar mensajes deliberados lanzados hacia la Tierra hoy en día.
Lo que sí que podemos captar es un rastro de una tecnología alienígena, quizá alguna señal de radio. Imagine que un astrónomo descubre que en un sistema estelar hay un objeto que no sea natural, es decir, que haya sido construido por una civilización alienígena. Sería anunciado en una revista especializada como un gran descubrimiento astronómico, pero eso no paralizaría nuestra sociedad. Sería algo del calibre de los hallazgos de Copérnico, que mostró que es la Tierra la que gira alrededor del Sol, pero no alteraría la vida diaria de las personas. Causaría un efecto inmenso en la percepción del lugar que ocupa la gente en la naturaleza, el sitio que nos corresponde en el Universo. Sería algo con profundas implicaciones en las religiones.
Sin embargo, si detectásemos un mensaje de algún tipo, a pesar de ser algo muy improbable, los efectos en la sociedad actual serían dramáticos. Sería imposible tener algún tipo de control sobre la situación. Incluso si el mensaje fuera de tipo altruista, como explicarnos la forma de producir energía por fusión de manera estable, algo que ha sido perseguido por los físicos desde hace más de cincuenta años, no sería una buena noticia.
Imagina lo que ocurriría con las bolsas, la lucha desencadenada entre las compañías o entre países por controlar ese conocimiento. Sería algo muy desestabilizador, incluso peligroso. Así que una de las cosas que hemos acordado en nuestro comité, es que si alguien recoge cualquier evidencia de la existencia de una civilización inteligente que procede de un punto en particular en el firmamento, no haríamos públicas las coordenadas de esta forma de vida hasta que no tengamos la evaluación científica. De esta forma, impediríamos que la gente enviase mensajes mediante radiotelescopios a esta civilización hasta que no se consultase el tema de manera amplia.
M. I.: Sin embargo, en caso de recibir esa señal, no podríamos establecer una conversación por culpa de las dilaciones del tiempo entre pregunta y respuesta.
Paul Davies: Sí, es cierto. Sería un mensaje sólo de ida. Quizá con la historia de la civilización que lo envió, o algún tipo de información científica. No podríamos mantener una conversación, tendríamos que esperar miles de años. Y aún así, deberíamos operar de forma muy prudente antes de iniciar una conversación como esta. Responder automáticamente no tiene porque ser una cosa buena simplemente porque sí. En mi opinión, sí lo es, pero mucha gente no está de acuerdo.
M. I.: Usted ha explorado en sus libros las conexiones entre ciencia y religión. ¿Como asumiría por ejemplo el cristianismo la idea de que no estamos solos en el Universo?
Paul Davies: Los cristianos, en particular, tienen un problema con la existencia de seres alienígenas avanzados precisamente por la naturaleza de la encarnación. Recientemente mantuve una reunión en el Vaticano sobre el tema de la salvación. Los cristianos creen que Dios se transformó en un ser humano para salvar a la humanidad, no para salvar a los delfines, a los chimpancés o incluso a los neandertales. Es una religión dirigida a una única especie. Por tanto, aquí se crea un problema. ¿Cómo salvar a una especie alienígena? ¿Deberían de sucederse múltiples encarnaciones en todo el Universo? ¿O tiene la humanidad la responsabilidad de llevar la palabra de Dios a los alienígenas? Suena ridículo. Si examinas la historia del cristianismo, descubres que hubo hace unos 300 años un debate muy intenso entre los teólogos cristianos sobre cómo proceder con estos problemas con los seres alienígenas. Y sin embargo, en la actualidad, muy pocos se plantean esta cuestión, aunque algunos, como George Coyne, el anterior director del Observatorio del Vaticano, están dispuestos a abordar el tema.
Aún así, sigue siendo un problema en la religión cristiana.
M. I.: Y en el Vaticano, ¿se mostraron abiertos a discutir este asunto?
Paul Davies: Bueno, de forma oficial no encontré mucha propensión. Pero individualmente parecían felices de hacerlo. Creo que hay gente tanto en el Observatorio como en la Academia Vaticana de las Ciencias preparada para abordar este tópico, pero me parece que el Vaticano en su conjunto no va a emitir una declaración oficial o a formar un grupo de estudio. Quizá en la Iglesia protestante haya más disposición para hablar de ello, pero incluso allí el tema es un poco espinoso.
UN E.T. DE MIEDO
En el SETI, los científicos suelen presentar a los supuestos alienígenas como seres benévolos, muy alejados de los extraterrestres hostiles caracterizados en las películas y en las novelas. La ciencia ficción y sus temores no casan muy bien con la fría realidad de una inteligencia pacífica, distante y dispuesta a ayudar en todo caso a los pobres humanos inferiores. ¿Acaso Paul Davies no ha pensado alguna vez en extraterrestres feroces y peligrosos? ³Hay una mentira en esto, ya lo ha comentado Stephen Hawking en alguna ocasión. Si los alienígenas quisieran apoderarse de nuestro planeta podrían haber venido aquí en los últimos cuatro mil millones de años.
No hay ninguna razón por la que tuvieran que esperar tanto tiempo hasta que surgieran los seres humanos como residentes fijos en el planeta. Podrían haber venido en cualquier momento. Si están allí y son tan avanzados, ¿por qué no lo hicieron antes? Es irrelevante. Para Davies, lo que sucede es que la gente no se hace una idea de la escala de tiempos. El riesgo no es de ahora, siempre ha existido a lo largo de la historia de la vida en la Tierra. Así que es mejor ser optimistas, ya que si la Vía Láctea hierve de vida, ³no ha ocurrido nada. Las posibilidades se reducen: o bien no existen o no pueden viajar a largas distancias, o bien no son hostiles y no necesitan colonizar ni invadir nuevos mundos. "No creo que existan razones para ese miedo", afirma Davies.
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